Nuestro comportamiento y nuestra conducta dependen de nuestro cerebro emocional.
Para explicaros como nuestro comportamiento y nuestra conducta dependen de nuestro cerebro imaginémonos que estamos en una fábrica de galletas con una cadena de montaje, donde hay una cinta inicial en la que colocamos las galletas ya preparadas para que entren en el horno y, después salen del horno por otra cinta transportadora. Partimos de que la fábrica (entorno) funciona dentro de la normalidad y de que la masa (vivencias diarias) tiene los ingredientes habituales
Pues bien, nos ponemos manos a la obra y colocamos la masa de las galletas en la cinta de entrada y automáticamente entra en el horno, del cual, van a salir unas maravillosas galletas y esperamos alegremente por el resultado. Pero resulta que, sin saber ni como ni porque, las galletas, en la cinta de salida, están quemadas. ????????????
Unas más que otras pero poco vamos a aprovechar de esa hornada, un desastre completo.
Ante este resultado, lo primero que haremos es preguntarnos porque se han quemado las galletas y probablemente revisaremos el horno.
Comprobamos si la temperatura era la adecuada, si todas las piezas estaban bien encajadas. Revisaremos todo lo que se nos ocurra y sino encontramos el fallo llamamos al técnico para que arregle la máquina y no nos vuelva a pasar lo mismo con las siguientes gallegas. Pues además de revisar el horno también es necesario comprobar que la fábrica funciona como debe de funcionar.
Permitidme que os haga una pregunta.
¿Le gritaríais a las galletas, les diríais que son tontas, estúpidas y que no sirven para nada por haberse quemado?
Seguro que no, porque tendríais claro que algo ha fallado y las galletas quemadas nos están avisando de que algo no va bien. Y el fallo no tiene que estar necesariamente en el horno también puede haber una gestión incorrecta de la fábrica y/o que los ingredientes de la masa fueran inadecuados con lo que habrá que contemplar varias posibilidades.
Pues para entender porque tanto los niños como los adultos nos comportamos como lo hacemos lo primero que debemos de tener en cuenta es como funciona nuestro cerebro (el horno).
Sin meternos en grandes explicaciones podríamos decir que es como si nuestro cerebro estuviera dividido (que no es así) en dos partes: cerebro racional y el cerebro emocional.
En este cerebro emocional se encuentra el sistema límbico y dentro de él está la amígdala cerebral que se encarga básicamente de dos funciones: nuestra protección y nuestra memoria emocional. El cerebro emocional va siempre por delante del racional de tal manera que aunque pensemos que estamos tomando una determinada decisión desde la razón, ya ha actuado antes nuestra parte emocional por eso muchas veces hacemos o decimos cosas poco apropiadas, “sin pensar” (dirigidas por nuestro estado emocional).
Ahora que ya conocemos estas dos partes de nuestro cerebro, os diré, aunque os parezca extraño, que a los niños y a los adultos nos pasa exactamente lo mismo que a la fábrica de galletas.
La conducta
Las galletas quemadas son nuestra conducta, nuestro comportamiento, son el resultado de lo que pasa en el horno (nuestro cerebro emocional) al hornear de manera inadecuada la masa inicial (las experiencias y vivencias de nuestro día a día).
Por eso, por mucho que gritemos y castiguemos a las galletas quemadas seguirán quemadas y sino hacemos una revisión de todos los mecanismos que intervienen en la cocción de las galletas van a seguir saliendo quemadas. Lo más importante, es descubrir si realmente hay una pieza rota o se ha producido un desajuste momentáneo en alguna parte de nuestro horno, bien porque algo ha fallado en la fábrica o en la masa o porque el horno está sobrecargado. Y es que el horno funciona por la acumulación de nuestro sentir en las experiencias y vivencias diarias.
Y en el funcionamiento del horno los padres tenemos mucho que ver ya que influimos directamente en la temperatura interna que alcanza el horno de nuestros hijos.
La amígdala cerebral
La amígdala cerebral es la que actúa como el horno y si se siente atacada va a quemar las galletas sin control. Por tanto, no es que haya que ignorar a las galletas quemadas (conductas y comportamientos) pero si que tenemos que tener en cuenta que:
- Los castigos a las galletas quemadas consiguen que el horno siga quemando más galletas.
- Hay que revisar la fábrica ya que aunque parezca que todo funciona bien es más que probable que algún proceso no se esté haciendo de la mejor manera posible y/o en la masa puede haber algún ingrediente que no corresponde o no es necesario.
- Debemos revisar el horno para que esté a punto y sepa perfectamente como tiene que cocer cada nueva hornada de galletas (gestionar emocionalmente nuevas vivencias y experiencias).
Si quieres empezar a revisar la fábrica y ajustar el horno para que pueda dejar de quemar galletas te invito a que leas el artículo “La importancia del verbo ser al hablar con nuestros hijos” y empieces aplicarlo a partir de este momento.
Y si necesitas un técnico para revisar la fábrica y ajustar el horno entonces debes conocer nuestro sistema de trabajo a nivel emocional con niños y adolescentes. Solo tienes que llamarnos y concertar una cita.
Fuente: La toma de decisiones en adolescentes según tiempo de reacción HEG y PASS (Journal of Neurology and Neuroscience)
Buenas tardes estoy interesada en talleres terapéuticos y quería información sobre lo que tenéis en fechas próximas muchas gracias un saludo
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