En Samhain, dos mundos cohabitan.
Como decía en el post anterior sobre Samaín, esta festividad tiene vinculación con la muerte, y según la tradición no sólo los familiares difuntos cruzaban al mundo de los vivos. También los espíritus de la naturaleza se acercaban al mundo de los humanos, escapando de los campos baldíos de invierno.
Era importante ganarse el favor de estos espíritus y procurar no contrariarlos, para que no provocaran desgracias y especialmente para que no tomasen para sí los animales domésticos: si estos morían durante el invierno, se podía pensar que había sido obra de dichos espíritus hambrientos.
La relación entre Halloween y Samhain se basa en la influencia histórica y cultural que ha llevado a que algunas tradiciones y simbolismos de Samhain se integran en la moderna celebración de Halloween.
Aunque no son lo mismo y tienen orígenes diferentes, hay similitudes y conexiones entre ambas festividades.
Mientras que Samhaín es una festividad celta antigua, Halloween tiene sus raíces en festividades cristianas como el Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos, que se celebraban en honor a los santos y a los difuntos.
Cuando el cristianismo se expandió en Europa, muchas de las festividades paganas fueron absorbidas o transformadas en festividades cristianas para facilitar la conversión de la población.
Samhain no fue una excepción, ya que se fusionó con las festividades cristianas del Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos, que se celebraban el 1 y 2 de noviembre.
Esto resultó en una combinación de elementos celtas y cristianos en la celebración.
En cuanto al uso de disfraces y máscaras en Samhain, se creía que los disfraces y las máscaras podían confundir a los espíritus y proteger a las personas de su influencia.
Esta tradición celta ha influido en la costumbre moderna de disfrazarse en Halloween.
La práctica de tallar calabazas en Halloween tiene sus raíces en una antigua costumbre celta de tallar nabos o nabos para crear linternas que ahuyentaran a los espíritus.
Esta tradición se adaptó a las calabazas en América, donde eran más abundantes.
Sin embargo, lo más importante es que ambas festividades compartían el tema de la conexión entre los vivos y los muertos.
Esta conexión entre los dos mundos es algo que está presente en nuestras vidas de manera continua.
Y, como paradoja, tenemos miedo a la muerte, y esto es algo de lo que no podemos escapar.
No existe la vida sin la muerte y no hay muerte si antes no hubo vida.
Desde el momento en que somos concebidas, iniciamos un camino sin retorno hacia la muerte, así que ¿para qué preocuparnos por algo que va a suceder inevitablemente?
Sin embargo, vivimos en una sociedad que nos ha inculcado ese miedo a la muerte como si pudiéramos evitarla, aunque en otras culturas esto no es así, ya que la muerte es motivo de celebración.
Vivir con miedo a morir es estar muerta en vida.
No podemos saber cuando moriremos, ni de que manera, no podemos hacer absolutamente nada para evitar la muerte, la muerte física, porque no sabemos realmente lo que hay después de esta partida.
Si no puedes hacer nada, ¿qué te impide vivir intensamente la vida que todavía tienes?
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